
Ochocientos. Se dice en una sola palabra y en menos de tres segundos. Es solo una cifra, pero envuelve décadas e igual número de historias escritas con abundante sudor como para hacer una gruesa biografía, desde el jugador de posición con paso más fugas (Ángel Salomé, tres turnos) o el lanzador de menor trabajo (Ramón Fermín, nueve bateadores en 1,1 innings) hasta los de carreras de inmortales que rellenan sus hojas con hazañas.

De Osvaldo Virgil en 1956 a Lewin Díaz el pasado sábado son ya son 800 peloteros que ha colocado la República Dominicana en las Grandes Ligas, 775 de ellos nacidos en La Hispaniola y los otros 25 en esa diáspora que los miles de kilómetros de distancian no separan al quisqueyano de sus gustos, cultura o tradición.
Pasaron 30 años entre el estreno de Osvaldo Virgil, que se fue adolescente a Nueva York para abrir las puertas, hasta que con el zurdo Hipólito Peña se alcanzara el primer centenar, en 1986. Once años más tarde vino el segundo (José Parra en 1995), pero en lo adelante se aceleró la producción, empujado por el gran desempeño de las primeras generaciones y el establecimiento en el país de academias de los 30 equipos.
Así, de Parra al fugaz Carlos Casimiro (el número 300 y que solo agotó ocho turnos en los dos juegos que vio acción) solo transcurrieron cinco años (2000) al igual que el cuarto en el 2005 (llegado como Leo Núñez y luego confirmado como Juan Carlos Oviedo). Para el 500 (Víctor Marte en 2009), el 600 (José “la Para” Ramírez en 2013) y el 700 (Ramón Torres en 2017) pasaron cuatro cursos y con Díaz solo tres.

Un grupo que llegó repartido entre lanzadores (405), infielders (209), jardineros (153), receptores (32) y bateador designado (1).
Para poner esta cifra en contexto, los dominicanos fueron los últimos entre los países productores tradicionales en sumarse a la fiesta ligamayorista. Cuando Virgil aterrizó allí ya Cuba y Canadá (1876) tenían casi un siglo que lo habían hecho y mantenían una presencia importante. También habían llegado México (1933), Venezuela (1939), Puerto Rico (1942) y Panamá (1955). Hasta Colombia (1902) llegó primero al baile.
Hoy, para los dominicanos ver a la competencia tiene que enfocar bien el iris en el retrovisor. Los bolivarianos van segundos en jugadores colocados en el Big Show con 416, poco más de la mitad de los duartianos. Siguen los boricuas (269 nacidos en la isla), canadienses (255), cubanos (214), mexicanos (131), japoneses (70) y panameños (65).
Un dominio criollo que le permite compararse con demarcaciones en la Unión Americana, donde solo cuatro Estados pueden exhibir más bigleaguers que RD, de acuerdo a Baseball-Reference. Son ellos California (2,324), Illinois (1,065), Nueva York (1,217), Pensilvania (1,435) y Texas (947).
El posicionamiento alcanza niveles más altos cuando se compara con minorías. Los afroamericanos, cuya población alcanza los 42 millones, alcanzan el 8% de los peloteros en la Gran Carpa. Los dominicanos comenaron la campaña con el 10,4%.
Díaz, un inicialista gigante de 6’4 y zurdo que solo necesitó cinco semanas para ganar el Novato del Año del pasado torneo con las Estrellas, llega a la Gran Carpa tras jugar seis temporadas en ligas menores. Firmado en 2013 por un bono de US$1,4 millones por los Mellizos, demoró en su desarrollo y fue en 2019 que alcanzó el nivel AA hasta que fue cambiado a los Marlins.
Previo a él llegó en el lugar 799 el pasado viernes el infielder Luis García, nacido en Nueva York y firmado en 2016 por los Nacionales por US$1,5 millones. Su padre, de igual nombre, apareció en ocho partidos con los Tigres de Detroit en 1999 y consumió ocho turnos.
Son ya 17 los dominicanos que han debutado en lo que va de campaña, una en la que si bien los rosters subieron a 28 hombres, lo que abre mayores espacios, no hay temporada de ligas menores.